Este que ven aquí, de cabello y barba plateados, frente amplia, mirada escudriñadora, nariz mundana, boca discreta y oídos atentos, es Hernán Lara Zavala, quien dice de sí mismo: “Tengo canas y entradas pero conservo el pelo, he embarnecido pero no soy lo que se dice gordo; mis ojeras demuestran que he incurrido en excesos y padecido desvelos, pero mis ojos reflejan que no he perdido el entusiasmo, el optimismo, el anhelo de vivir. Cuando me contemplo con mis libros, mis obsesiones y debilidades, no quedo descontento, y mientras más transcurre el tiempo menos salgo del azoro de ser escritor, por suerte y por voluntad. Avanzan los años y uno se transforma; lo que se pierde en presencia se gana en experiencia. Algunos de mis maestros —Arreola, García Ponce, Colin White, Malcolm Bradbury y John Updike— se han ido, igual que amigos y colegas queridos como Rafael Ramírez Heredia y Rafael Humberto Moreno-Durán. La vida hay que aprovecharla plenamente y no deseo más que ese valiosísimo tiempo que nos permite cumplir proyectos que hemos acariciado”.Además de cuentista, novelista y ensayista, Hernán Lara Zavala es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam en el área de Letras Inglesas. En Alfaguara ha publicado Península, Península. Su novela Charras será reeditada en Punto de Lectura.