Johann Wolfgang Goethe, hijo de una familia de la alta burguesía, nació en Francfort en 1749, y murió en Weimar en 1832, universalmente reconocido y admirado. Entre una fecha y otra no sólo se extienden dos grandes revoluciones históricas, sino que la Ilustración, a través del Sturm und Drang y del clasicismo, ha dado paso al Romanticismo, que marcará el rumbo del hombre moderno. La vida de Goethe no se limitó a ser un reflejo privilegiado de todas estas conmociones, sino que participó activamente en casi todas ellas. Su novela de juventud Las penas del joven Werther (1774) causó sensación en toda Europa. En 1775 se estableció como consejero del duque Karl August en Weimar, ciudad que ya sólo abandonaría ocasionalmente. Un viaje a Italia (1786-88), durante el cual versificó su Ifigenia en Táuride (1787), y la amistad con Schiller moderaron su ímpetu juvenil, asentando el ideal humanista del clasicismo de Weimar que constituye una de las cumbres de la literatura alemana. Pero su curiosidad abarcó también la geología, la biología, la botánica, la anatomía y la mineralogía, como se ve en obras como La metamorfosis de las plantas (1790) o Teoría de los colores (1810). Su obra maestra en dos partes, Fausto (1772-1831), aglutina espléndidamente todas las etapas de su carrera. En Poesía y Verdad (1811-1830; ALBA CLÁSICA MAIOR núm. III) dejó testimonio de su juven-tud. Alba ha publicado también, a modo de crónica de su vejez, El hombre de cincuenta años/Elegía de Marienbad (1807; ALBA CLÁSICA núm. LVI), y su delicioso libro bocacciano Conversaciones de emigrados alemanes 1795; ALBA CLÁSICA núm. LXXXV).